Con relativa frecuencia se tiende a pensar que todas las dificultades que un estudiante presenta en el aula están relacionadas con la discapacidad. Por ende, es importante enmarcar las diferencias entre discapacidad y otros trastornos o alteraciones en el desarrollo.
La discapacidad se define como un conjunto de características o particularidades que constituyen una limitación o restricción significativa en el funcionamiento cotidiano y la participación de los individuos, así como en la conducta adaptativa, y que precisan apoyos específicos y ajustes razonables de diversa naturaleza.
En este sentido, ciertas discapacidades constituyen condiciones del desarrollo
de los individuos, mientras que otras pueden adquirirse como consecuencia
de accidentes o lesiones en diversos momentos de la vida. A este respecto, conviene hacer una primera aclaración: la discapacidad no es una condición unitaria ni homogénea. Dependiendo del perfil de funcionamiento intelectual, social, emocional y corporal
de la persona, la discapacidad puede clasificarse en distintos tipos, como se verá más adelante.
Los trastornos o alteraciones con los que suele confundirse la discapacidad, mayormente, son los siguientes:
Discapacidades:
Trastornos del espectro autista (TEA): se caracterizan por una tríada de dificultades: un déficit en la capacidad para establecer interacciones sociales recíprocas, dificultades de comunicación y en las habilidades pragmáticas del lenguaje, y un trastorno de la flexibilidad comportamental y mental (Martín-Borreguero, 2004; Wing, 1998; Murillo, 2013).
Discapacidad intelectual: comprende todas aquellas
limitaciones significativas en el funcionamiento intelectual y en la conducta adaptativa, que se manifiestan en dificultades relacionadas con “la comprensión de procesos
académicos y sociales (…), el desarrollo de actividades
cotidianas de cuidado personal, comunitarias, del hogar, entre otras, para lo cual precisan de apoyos especializados” (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014).
Discapacidad auditiva: se incluyen personas con distintos tipos de pérdida auditiva, hecho que les genera limitaciones significativas en la percepción de los sonidos y en los intercambios comunicativos verbales con otros (Valmaseda, 2002; Domínguez y Alonso, 2004).
Discapacidad visual: incluye personas que generan desde una pérdida completa de la visión hasta distintos grados de pérdida de esta última, lo que se conoce como baja visión
(OMS, 2014; Gray, 2009).
Sordoceguera: personas que presentan alteración auditiva y visual, parcial o total. Tiene como consecuencias, dificultades en la comunicación, la orientación espacial, la movilidad y el acceso a la información. (Álvarez, 2004; Ministerio de Salud y
Protección Social, 2014; FOAPS,
2016).
Discapacidad física: las personas pueden presentar dificultades para desplazarse, cambiar o mantener distintas posiciones corporales, llevar, manipular o transportar objetos, escribir, realizar actividades de cuidado personal, entre otras (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014).
Discapacidad psicosocial: personas que presentan diversos tipo de trastornos mentales, de ansiedad, depresión y otros, que alteran de modo significativo el desarrollo de sus actividades cotidianas y la ejecución de tareas o responsabilidades que implican la organización, modulación y regulación del estrés y las emociones. (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014; OMS, 2013).
Trastornos permanentes de voz y habla: aquellas alteraciones en el tono de la voz, la vocalización, la producción de sonidos y ritmo y la velocidad del hablante. Incluye alteraciones como disfemia, disartria, disglosia.
Discapacidad sistémica: Incluye enfermedades crónicas y graves como: insuficiencia renal crónica terminal, distintos tipos de cáncer, enfermedades
cardiovasculares, óseas, neuromusculares o de la piel, que no permiten que el estudiante comparta
actividades físicas y de otra índole con sus pares, y que restringen su participación en la vida en sociedad (OMS, 2011; MEN, 2015).
Trastornos del neurodesarrollo que no constituyen una discapacidad
Habitualmente, el TDAH supone mayores dificultades en aquellas situaciones
que exigen altas demandas
atencionales, de autocontrol e inhibición de impulsos (Miranda, 2011; Barkley, 1999). A pesar del impacto que tienen estas dificultades en la vida escolar y cotidiana del niño o adolescente que ha sido diagnosticado con TDAH, no constituyen limitaciones o restricciones significativas que afecten el funcionamiento global de los sujetos o su adaptación al entorno.
Los TEL, si bien pueden implicar el concurso de posibles alteraciones en otras funciones psicológicas, abarcan
distintas dificultades relacionadas con la adquisición del lenguaje (Aguado, 1999; Tomblin, 2009).
Alteraciones específicas en el aprendizaje escolar
Alteraciones específicas en el aprendizaje escolar se refieren a un conjunto de dificultades estrechamente asociadas con la adquisición de ciertas habilidades académicas,
que no implican un detrimento en el funcionamiento cotidiano ni en la adaptación de los niños o jóvenes en quienes se diagnostican. En este sentido, se presentan concretamente en el entorno del aula y ante demandas que exigen el uso y despliegue de conocimientos o habilidades vinculadas con la lectura, la escritura y el cálculo (Semrud-Clikeman y Teeter, 2007).